
FELIPE ZULETAColumnista del Espectador - sábado, 01 de septiembre de 2007No me sorprendió para nada que nuestro presidente (modelo 2002-2014) hubiera armado semejante escándalo para inflar las palabras de Raúl Reyes con respecto al Polo Democrático.
Las declaraciones del criminal Raúl Reyes al diario El Clarín, en las que sucintamente se refiere al Polo, fueron utilizadas perversamente por los funcionarios de Palacio para tratar de manipular a los votantes durante las elecciones que se avecinan.
Esta táctica, usada cada vez con más frecuencia por la gente de Palacio, sólo pretende seguir polarizando al país entre los “buenos”, es decir, los seguidores de Uribe, y los malos, es decir, los demás colombianos, entre los que orgullosamente me encuentro.
Ya en el pasado desde la Casa de Nariño han disparado contra Rafael Pardo, los sindicalistas, académicos, periodistas y ahora por supuesto lo hacen contra el Polo. No importa cuántas declaraciones dé Carlos Gaviria para demostrar que su partido no tiene vínculos con la guerrilla, toda vez que el gobierno en cabeza del primo de Pablo Escobar se encargará de demostrar lo contrario.
Y es que ensuciar el nombre de un partido político de izquierda resulta más fácil y conveniente que tener que demostrar que Uribe y sus amigos no tienen vínculos con los narcotraficantes y asesinos de Itagüí, convertidos actualmente en delincuentes políticos por cuenta y riesgo de las marrullas de todos los que están al servicio del señor presidente en cada una de las oficinas estatales.
Si Mancuso o Jorge 40 dicen que además de apoyar a Uribe y sus políticas se identifican con ellas, entonces en la calle octava pasan de agache, sin siquiera rechazar semejante “elogio”, pero si alguien de las Farc dice que le gusta el Polo, entonces sale José Obdulio a los medios con sus entelequias y lenguaje rebuscado greco-caldense a sostener soterradamente que el Polo y las Farc son uno solo.
Si a la campaña de Uribe entraron dineros de La Gata y de los paramilitares, eso no tiene problema, pero si al Polo se acerca un ex guerrillero indultado, eso sí es un crimen.
Y es que lo que olvidan intencionalmente y de mala fe los asesores de Uribe es que los congresistas que están presos por sus vínculos con los paramilitares y por delinquir son precisamente los parlamentarios cuyos votos y dineros llevaron al jefe del estado al solio de Bolívar.
Pero de eso sí no se acuerdan en la Casa de Nariño porque allí, como le ocurría a Pablo Escobar cada vez que le preguntaban por sus crímenes y tal como le ocurre a Ramón Isaza hoy, todos padecen de una amnesia generalizada.
Y es que a Uribe y sus simpatizantes se les olvida también que los ciudadanos tenemos el derecho a disentir, a criticar al gobierno, a opinar sobre los asuntos públicos, a denunciar los vínculos de los gobiernos con el crimen, y todo eso por una sola razón que ni siquiera este gobierno nos podrá quitar y es la de que somos colombianos.
Notícula. No nos logró conmover la columna de Fernando Londoño. Ni siquiera Churchill se despidió así.
Felipezuleta.blogspot.com
Las declaraciones del criminal Raúl Reyes al diario El Clarín, en las que sucintamente se refiere al Polo, fueron utilizadas perversamente por los funcionarios de Palacio para tratar de manipular a los votantes durante las elecciones que se avecinan.
Esta táctica, usada cada vez con más frecuencia por la gente de Palacio, sólo pretende seguir polarizando al país entre los “buenos”, es decir, los seguidores de Uribe, y los malos, es decir, los demás colombianos, entre los que orgullosamente me encuentro.
Ya en el pasado desde la Casa de Nariño han disparado contra Rafael Pardo, los sindicalistas, académicos, periodistas y ahora por supuesto lo hacen contra el Polo. No importa cuántas declaraciones dé Carlos Gaviria para demostrar que su partido no tiene vínculos con la guerrilla, toda vez que el gobierno en cabeza del primo de Pablo Escobar se encargará de demostrar lo contrario.
Y es que ensuciar el nombre de un partido político de izquierda resulta más fácil y conveniente que tener que demostrar que Uribe y sus amigos no tienen vínculos con los narcotraficantes y asesinos de Itagüí, convertidos actualmente en delincuentes políticos por cuenta y riesgo de las marrullas de todos los que están al servicio del señor presidente en cada una de las oficinas estatales.
Si Mancuso o Jorge 40 dicen que además de apoyar a Uribe y sus políticas se identifican con ellas, entonces en la calle octava pasan de agache, sin siquiera rechazar semejante “elogio”, pero si alguien de las Farc dice que le gusta el Polo, entonces sale José Obdulio a los medios con sus entelequias y lenguaje rebuscado greco-caldense a sostener soterradamente que el Polo y las Farc son uno solo.
Si a la campaña de Uribe entraron dineros de La Gata y de los paramilitares, eso no tiene problema, pero si al Polo se acerca un ex guerrillero indultado, eso sí es un crimen.
Y es que lo que olvidan intencionalmente y de mala fe los asesores de Uribe es que los congresistas que están presos por sus vínculos con los paramilitares y por delinquir son precisamente los parlamentarios cuyos votos y dineros llevaron al jefe del estado al solio de Bolívar.
Pero de eso sí no se acuerdan en la Casa de Nariño porque allí, como le ocurría a Pablo Escobar cada vez que le preguntaban por sus crímenes y tal como le ocurre a Ramón Isaza hoy, todos padecen de una amnesia generalizada.
Y es que a Uribe y sus simpatizantes se les olvida también que los ciudadanos tenemos el derecho a disentir, a criticar al gobierno, a opinar sobre los asuntos públicos, a denunciar los vínculos de los gobiernos con el crimen, y todo eso por una sola razón que ni siquiera este gobierno nos podrá quitar y es la de que somos colombianos.
Notícula. No nos logró conmover la columna de Fernando Londoño. Ni siquiera Churchill se despidió así.
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